Los últimos años han significado la transformación de los modelos de negocio tradicionales y de los mercados alrededor del mundo. Los inicios de la cuarta revolución industrial, caracterizada por la fusión de las tecnologías emergentes, está disminuyendo la brecha entre el espacio físico, digital y biológico. Es así, como la innovación se ha convertido en una necesidad para las organizaciones y en su fuerza laboral para navegar y sobrevivir en el mundo hipercompetitivo y complejo de hoy. A causa de esto, las nuevas compañías están creciendo exponencialmente, gracias a productos innovadores y disruptivos mientras que otras, se ven amenazadas a diario por la obsolescencia. Esta es una verdad que aplica para todas las industrias y empresas de diferentes tamaños. Actualmente nadie puede asegurar que no ha sido tocado por esta ola de innovación.
La palabra innovación proviene del latín “innovatus”, que significa renovación. A partir de esto, las organizaciones buscan transformarse y modernizarse con el mismo objetivo: crecer y diferenciarse unas de otras dentro del mercado, conociendo las necesidades de sus clientes y atrayendo los mejores talentos. Entonces, ¿cómo lograr que en un mundo tan cambiante ocurra esto? Diferentes pensadores y escritores han tratado de comprender y definir este fenómeno.
Joseph A. Schumpeter, fue uno de los primeros economistas que habló sobre la innovación en la primera mitad del siglo XX. Él vio este fenómeno como centro del cambio económico y causa de la “creatividad destructiva” o en otra palabras, nuevas maneras de innovar. Schumpeter, describió al emprendedor como el innovador central, haciendo una distinción importante entre invención e innovación. Igualmente, Peter Drucker, en su libro “Innovación y emprendimiento”, en 1985, habló sobre la innovación como un proceso resuelto y sistemático. Recientemente, el término “innovación disruptiva”, acuñado por Clayton Christensen y sus colaboradores a principios de 1995, ha sido calificado como la idea más influyente de los negocios a principios del siglo XXI.
A nivel macro, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ha estado publicando en el Manual de Oslo desde 1992 datos para la innovación. A lo largo de estos años, identificando los procesos, productos y mercados, reconoce las necesidades de los factores organizacionales como parte importante de la modernización. Mientras que las empresas se han centrado tradicionalmente en el aumento del gasto en I+D, en respuesta a su estrategia de innovación, investigaciones de PricewaterhouseCoopers (PwC), en su “Estudio Global de Innovación 1000”, indican que aquellas organizaciones con el mayor gasto en I+D no son necesariamente las más innovadoras. Entonces, ¿realmente qué impulsa la innovación?
Uno de los factores que menos se mide es la cultura organizacional. Estudios de Great Culture to Innovate®, concluyen que los mejores esfuerzos en productos y procesos pueden verse frustrados sin una cultura de innovación óptima. PwC, encontró también, que las organizaciones con la máxima alineación entre una estrategia de innovación y cultura crecen un 30% más en cuanto al valor de la compañíay un 17% más en sus ganancias.
Es así, como las organizaciones se han dado cuenta de que la innovación no solo proviene de una estrategia o de la inversión en I+D, sino también genera ideas o productos para que existan cambios significativos en diversos frentes. Cada vez, más compañías notan que la innovación debe ir incrementando en todas las áreas de la empresa para que juntas apoyen la estrategia. Si bien, la forma en que esto se desarrolla, es diferente entre las industrias, este principio fundamental de construir una cultura basada en la innovación, sin duda, democratiza la percepción.
Esto hace que la cultura organizacional y el compromiso de los colaboradores sean determinantes para la motivación, el éxito y la retención del talento. Sin embargo, las compañías encontraron que una evaluación general no significa que se cumplan sus necesidades y por tal motivo, una cultura de innovación es indiscutiblemente una necesidad urgente de nuestros tiempos, de hecho, es nuestro “espíritu”, o como lo llama Soren Kaplan “la ventaja invisible”.